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28/4/11

¿Fueron 5 ó 6?

La lectura del libro electrónico me tenía atrapado, lo había empezado apenas la tarde de ayer y eran más de las once de la noche cuando, sentando en mi cama, seguía atento a las desventuras de los protagonistas.
Apocalipsis Maya de Steve Alten me había capturado, estaba por pasar la siguiente página cuando sonó el primer disparo, seguido de tres o cuatro más, segundos después oí un último balazo.
Recuerdo voces, tal vez sólo era una, pero la recuerdo como de un hombre joven. No entendí nada de lo que gritaban, ni escuche vehículo alguno alejarse.
El siguiente sonido fue de la alarma del vehículo.
Ahora que lo pienso, tal vez antes de irse quisieron sacar a los niños de ahí, llevarlos con ellos, pero la alarma del Camaro de reciente generación los disuadió.
Es curioso, pero creo que después de llegar a la ventana se apagó la alarma del auto. Fue el niño, una de las dos niñas. El padre no creo que haya sido, estaba tirado frente a la reja que ¿protegía? su casa.
Antecedentes
Hace un par de meses, por la mañana, unos gritos de auxilio de una mujer me sacaron de mis labores, creo que estaba preparando mi desayuno, salí a ver y se trataba de una vecina de la acera de enfrente quién era escoltada por policías municipales mientras aseguraba que le había robado a sus hijos, por la actitud de los tiras supe que no la estaban auxiliando, sino evitando que se llevara a los niños.
Días después su casa mostraba un letrero de traspaso, un número móvil y la palabra Urgente.
Sin embargo la casa no se vendió y el dueño regresó.
Así descubrió su auto hace apenas unos días.
Finalmente anoche, según pude escuchar, dos jóvenes lo esperaban. Cuando bajo de su auto, ellos, salidos de las sombras o quizá de algún vehículo cercano, le dispararon en cuatro o cinco ocasiones seguidas, rematando con un balazo final.
Las luces de las municipales apenas iluminan la escena del crimen.
Los policías, en está ocasión llegaron en menos de 10 minutos la primera patrulla, en 20 ya estaba ahí una de la policía estatal y al amanecer el cadáver había sido levantado. Quedando sólo la mancha de sangre enfrente de la casa y los gritos de dolor del hermano de la víctima y en contra de la exesposa, que de la noche a la mañana se ha convertido en la autora intelectual de este crimen.
Así luce la casa, es la amarilla del fondo, hoy por la mañana.
Las teorías
De los hechos se desprenden algunas cosas, el propietario de la casa tenía dinero, así lo demuestran el Hummer blanco que tenía antes y el Camaro del cual bajo anoche.
La propietaria de la casa y él tuvieron problemas, desde hace tiempo, según me cuentan los vecinos, ya habían tenido problemas de violencia intrafamiliar. Lo cual muy probablemente hizo que la señora dejará al marido, el problema fueron los niños, ella no se los pudo llevar y cuando vino por ellos fue detenida.
Él, quizá ambos, tenían nexos con el crimen organizado, los autos de lujo así lo ¿demuestran? en su caso, en realidad sólo reafirma la primera idea de que tenía dinero. Además está la protección policíaca que recibía, la detención de su esposa antes de llevarse a los niños así parece sugerirlo, además de la premura en llegar de las patrullas, caracterizadas por un tortuguismo rampante.
Finalmente, la muerte del hombre es una ejecución por ajuste de cuentas, por lo menos en el papel así parece serlo, la idea de que quisieron llevarse a los niños, pero la alarma lo impidió sólo me hace pensar que quizá venían por él y para llevarse a los niños con su mamá.
Lo cual nos lleva a lo siguiente, si la mamá fue la autora intelectual, ¿ella también tiene nexos con el crimen organizado?

8/4/11

Marcha Nacional contra la Violencia




A continuación la carta de Carmén Aristegui a Javier Sicilia, tomada del Reforma.


Para Javier Sicilia
Carmen Aristegui F.
8 Abr. 11

Desde tiempo atrás te he tenido por un hombre entrañable. Con la muerte de tu hijo Juanelo, y el multihomicidio del que formó parte, te has convertido, sin querer, en un hombre indispensable. Tu figura, tu palabra y tu llamado han concitado una ola de solidaridad y empatía que quedó de manifiesto en la marcha nacional a la que convocaste. Has tenido la entereza de estar ahí, en la plaza pública, cargando la infinita tragedia que te acompaña. Decidiste no cerrar la puerta, ni meterte en la cama a descargar tu tristeza, por el contrario, preferiste abrir, de par en par, todas tus ventanas. Decidiste que tu dolor no podía ir en solitario. No en un país como éste. No en un país con 40 mil muertos, la mayoría tapados con la pesada losa del anonimato. Sabías de tu dolor pero también te rozó un llamado de responsabilidad. Hombre cuya presencia pública ha sido importante, querida y respetada en un círculo construido desde tus tareas. Por tu poesía, por tus escritos, por Ixtus, por Conspiratio, por Proceso, por La Jornada, por tus recitales, por lo que haces. Ni modo, Javier, como dijiste, has sido sacado de ese universo tuyo, cuyo centro, entre otras cosas, estaba ocupado por tu pequeño escritorio, desde el cual has escrito quien sabe ya cuántas cuartillas. La devastación por tu hijo perdido no acabó contigo. Tu fuerza interior, tu fe, tu cristianismo bien vivido y, estoy segura, todos los que te rodean te empujaron a articular los mensajes que has emitido. Algunos mal declarados o malentendidos, como el de pactar con los narcos, que requirieron de posteriores explicaciones. Decidiste enfrentar dolor y tragedia con valentía, con inteligencia y con tu palabra. Decidiste no sólo retar, sino hacer un llamado a las conciencias. Escribiste un último poema para Juanelo y dijiste que abandonas la poesía pero al final, poeta al fin, mostraste que la poesía se encuentra también en el silencio. Has tocado, Javier, a miles de conciencias, con tu palabra, con tu determinación y con un rostro que proyecta bondad, amor, pero también rebeldía. Has estado en los medios, con los que se te acercan, en Los Pinos, en la marcha, escribiendo los discursos. El miércoles fuiste a hablar con respeto, pero con verdades. Frente a las procuradurías les recordaste que: "Uno de los males fundamentales que tiene sumida a la nación en el dolor, en la muerte, en el miedo, en la desconfianza y la incertidumbre es no sólo la falta de una verdadera y sólida procuración de justicia en nuestro país, sino la corrupción que desde hace mucho tiempo se ha instalado en el corazón de nuestras instituciones...", y recordaste lo que expresó, hace unos días, el procurador de Morelos cuando definió a los presuntos asesinos como "personal que estuvo involucrado en instituciones públicas" y que "pueden ser policías, agentes ministeriales o militares" para luego desdecirse por temor o compromisos con lo políticamente correcto. Hoy se sabe que tienen identificados a los presuntos responsables. Pronto se sabrá si corresponden a los perfiles mencionados, en un primer momento, por el procurador.

Dejaste, Javier, con tus discursos del miércoles, palabras que empiezan a dar eje a las conciencias. Te trepaste en una combi para contar qué hacían esos miles reunidos ahí. Articulaste y diste coherencia, con tu palabra, a los sentimientos de agravio y hartazgo de una nación: "El dolor que nos ha hecho salir a las calles... no debe servir para sembrar el odio y fomentar el crimen sino para encontrar el amor, la paz y la justicia que perdimos". Hablaste de tu silencio poético para dirigirte a los poderosos de este país: "este silencio doloroso y terrible está gritando cuatro hermosas y profundas palabras: dignidad, paz, justicia y concordia. Ése es el grito que está en el latido de nuestro amado México, el grito de nuestros hijos a quienes la inmisericorde violencia les asfixió la palabra en los pulmones y el de los que estamos aquí, de pie, sembrando nuestra esperanza y gritando por ellos". Has apuntado al sentido correcto. Se trata de recomponer al país y no de acelerar su destrucción. Apuntas hacia un discurso necesario. Humanista, inteligente, pero que eleve el nivel de exigencia ante las autoridades y que exhiba, igualmente, a quienes cometen crímenes y atrocidades. Los ejes de pensamiento que planteas pueden dar coherencia y sentido humano a la indignación. Gracias, Javier. Te queremos.