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20/1/12

La caída de Megaupload

El miércoles se llevó la primera protesta en línea por la SOPA.
Ayer, el FBI canceló el sitio externo de descarga Megaupload.
15 minutos, según algunos reportes, tardó el sitio Web del Buró Federal de Investigaciones (FBI) en caer bajo el ataque de Anonymous.

Sin duda estamos ante una lucha encarnizada entre dos posiciones, por un lado las leyes que protegen a la élite del dinero, en esta caso a las "productoras" que se engordan los bolsillos con el talento del músico, cantante, escritor, cineasta, dejándoles a ellos sólo un porcentaje de las regalias.
Por el otro lado estamos los que pensamos que Internet es la mejor opción para lograr un cambio, para hacernos del control total de nuestr@s canciones, cuentos, novelas, films, de todo aquello que sale de nuestros cerebros y que es explotado por otr@s.
También sabemos que está lucha es entre el 1% y el 99%.

Megaupload
Cualquier usuario mediano de sitios como Megaupload sabe que existen opciones para salvaguardar información, pero sobre todo, para compartirla además de tu propia computadora o pendrive. Desde la llegada de la Web, un libro, un disco o una película encontraron un medio, en estos sitios, para llegar a más personas.
Curiosamente, estos lugares son atacados como géneradores de piratería, cuando basta ver que, por ejemplo, las películas piratas son filmadas en cines, de México, Rusia o Estados UNidos, para ser vendidas como "masters" entre los que tienen tanto recursos o el dinero para hacer miles de reproducciones que se ofreceran después en los miles de puestos que el comercio informal, la segunda fuente de empleo en las sociedades capitalistas-neoliberales. También hay películas que ostentas leyendas como: "propiedad de X compañía para reproducción ante los miembros de..." o "Incime" o... Estas leyendas, solo nos indica una cosa, que el origen de la piratería está dentro de los mismos que se supone la combaten, dentro de las compañías filmicas o de las productoras.

Pero la verdad es que están abriendo la puerta a un mundo nuevo.

Update:

Anonymous se atreve a mucho más: revela los datos personales de Robert Muller, director del FBI 

18/1/12

Un Cuento

1944
Les sanglots longs / Des violons / De l'automne / Blessent mon cœur / D'une langueur / Monotone.
Paul Verlaine

Con un mundo en guerra, las alianzas son… complicadas. Los antagonistas dejan de lado sus diferencias para  luchar contra el enemigo común; los rencores son momentáneamente olvidados cuando el precio a pagar es enorme pero, ¿la victoria será dulce?
EL VAMPIRO ESTELAR
Rescatado de entre las llamas, un texto de saber antiguo y prohibido le da a un hombre la oportunidad de elevarse un momento sobre sus iguales. Encima de la mesa se ven algunos recipientes de vidrio: unos llenos con sustancias de dudoso origen, otros semivacíos. Afuera la lluvia cae lenta e impasible: el ambiente está cargado con premoniciones de magia negra.
Siguiendo el ritual el Feldmariscal espera invocar al vampiro estelar y, contrario a los anteriores usuarios, él se encuentra preparado; con cautela, antes de proseguir, abre una de las ventanas, los rayos le iluminan por breves momentos antes de dejar paso al trueno.
El cuarto se ilumina poco a poco con las velas que va encendiendo; en un momento preciso su voz se eleva, pero lo que sale de su garganta no son palabras, parecieran sonidos guturales, imposibles de comprender.
Como si respondiera a un llamado la lluvia deja de caer. El cielo, antes lleno de nubes, muestra su limpia faz cubierta de estrellas en una noche por completo carente de luna. Por la ventana abierta se ve una constelación que parpadea de manera inusual, mientras una ligera brisa comienza a soplar agitando las flamas de las velas; el aire frente a la ventana, antes diáfano, se vuelve borroso.
Con el libro entre sus manos el hombre termina su invocación. De pronto la puerta se abre y una joven campesina entra. El ritual ha resultado, algo respondió al llamado. Sin mediar advertencia, el ser espectral levanta a la chica del suelo, su gelatinoso ser comienza a ser visible mientras la aterrorizada víctima va perdiendo su sangre. Finalmente, después de unos segundos que se antojan horas, el cuerpo seco de la joven es arrojado; el vampiro estelar ha sido saciado y pronto volverá a las regiones del espacio que le son comunes.
Pero el hombre comienza un nuevo cántico, que lentamente va inmovilizando al vampiro, alguna fuerza incomprensible para él lo mantiene en este mundo.
EL SEGUNDO FRENTE
Un año atrás, los soviéticos habían propinado un enorme descalabro a las tropas de Hitler en Stalingrado, lo cual cambio el curso de la guerra. Sin embargo, esto nadie lo sabría aún, pues el segundo frente no estaba abierto y la mayor parte de Europa Occidental seguía bajo el férreo mando de los nazis.
A principios de 1944 los Aliados, que luchaban en Italia, detuvieron su avance. A pesar de los bombardeos que continuamente sufrían Berlín y otras ciudades, la muralla del Atlántico se mantenía intacta, al parecer los soviéticos no tendrían la ayuda prometida. Pasaron los meses y, en las diversas ciudades del continente ocupado, la resistencia estaba a la espera del mensaje que les indicara el inicio de las actividades precursoras del Día D, cuando se lanzarían, en vísperas del desembarco aliado, a hacer explotar puentes, vías férreas e instalaciones de comunicación de los ocupantes.
Eisenhower revisaba las tropas que pronto partirían; los soldados y marinos, que momentos antes eran presa de la agitación, escuchaban atentos las palabras del “viejo” militar. Por todos lados el creciente rumor de una invasión se dejaba escuchar, incluso en el alto mando alemán; sin embargo, pocos sabían con exactitud cuándo se efectuaría; Ike, como lo llamaban sus amigos, era uno de ellos.
Cerca de ahí, en un muelle, dos hombres conversaban. El viento mojaba sus gabardinas con agua del picado mar e impedía que sus voces fueran audibles. Pero si aquello no fuera suficiente, un posible oyente sólo hubiera escuchado una plática insulsa, entre dos vecinos que se conocen desde hace mucho y se han encontrado en un lugar considerado como ULTRA. Uno era un hombre viejo, por sus facciones, pelo blanco y expresión cansada, debería de tener unos 70 años. El otro era su completa antítesis: lleno de vitalidad y fortaleza, en plena juventud, no mayor de 30 años.
- George, dime ¿cómo va la salud de tu hija?, preguntó el joven.
- Su enfermedad aún la tiene postrada, contestó el viejo, pero acabo de saber que han encontrado una posible cura para ella.
- Excelentes noticias, ahora me pregunto…
- Te preguntas por qué te he llamado, la respuesta es sencilla; mis actividades me impiden visitarla y te quiero pedir que seas tú quien le lleve esta carta, además de mis mejores deseos de recuperación; ¡ah! y también dale un fuerte abrazo al tío Adolfo.
Dijo esto último con una sonrisa que le iluminó los ojos antes de despedirse y partir. El joven miró fijamente la carta que le habían entregado, sabía que pronto partiría y ya se empezaba a imaginar su contenido, aunque no le pagaban por descubrirlo.
Un minuto después los vientos arreciaron y el mar parecía querer salirse. Una ola de considerables tamaño barrió el sitio donde ambos hombres estuvieron parados, que yacía vacío.
LA EUROPA OCUPADA
En un pueblo cercano a Ouistreham, una población francesa, era una buena noche de finales de abril. Sobre ella planeaba un mosquito, como los aliados nombraron a su avión de transporte de infiltración más usado en esos momentos; por algunos segundos pareció que el navegante había perdido el rumbo, aunque no pasó mucho tiempo para dejar atrás el poblado y que los tripulantes soltaran su carga.
Auxiliado por un paracaídas, un voluminoso paquete comenzó su descenso. Mientras el avión tomaba rumbo a la seguridad de los cielos ingleses, una ráfaga de metralleta rompió la quietud nocturna.
Los soldados alemanes que llegaron al sitio de aterrizaje encontraron los restos de un cajón de embalaje, el paracaídas y el cuerpo de un hombre; con cautela se acercaron rodeándolo, uno de ellos lo golpeó con su bota en las costillas, y los demás le apuntaban con sus armas. Seguros de su inconciencia, el que lo había golpeado tomó su mano para revisar el pulso; el cuerpo rápidamente se enfriaba y no se sentía ningún latido. Comenzó a hurgar en sus bolsillos con calma. Mientras revisaba con minuciosidad, sus camaradas se fueron a patrullar la zona, levantar los restos y asegurar el perímetro.
La luna, apenas insinuada como una uña en el cielo, iluminaba con bastante fuerza para permitir ver sin problemas por lo menos algunos metros a la redonda. La noche era bastante clara y un pequeño rayo empezó a filtrase entre las hojas de los árboles circundantes, yendo a parar sobre la cara del muerto.
Cuando el soldado germano estaba por terminar con su tarea unas nubes cubrieron de luz la zona; al despejarse, lo único vivo en los alrededores eran la vegetación y algunos insectos; los integrantes de la patrulla yacían muertos en el suelo.
LA MISIÓN
Orlando era su nombre. Cuando cumplió 16 años, Rodrigo su padre, un anarquista, se había enrolado en las fuerzas de la República para defenderla del ataque fascista; él le enseñó sobre el uso de las armas, la subversión y el humanismo. Dos años más tarde, al recibir la noticia de la muerte de su padre, besó a su madre y se dirigió al frente. Después de participar activamente en la defensa de Madrid fue enviado al norte, donde la derrota lo encontró en viaje al exilio; todos estos acontecimientos le ayudaron a madurar, aunque nunca dejaría de ser un soldado, quizá no se comportaría como tal.
Al estar en un campo de concentración en territorio francés, como muchos otros republicanos españoles, decidió unirse a la legión extranjera, primero, y después amplió sus horizontes, de una forma por demás insospechada.
Algún teniente o capitán con la inteligencia algo desarrollada se dio cuenta del potencial del muchacho, quien comenzó a ser entrenado de manera fuera de lo común.
Esto no lo hizo precisamente una máquina estúpida de matar; si bien no tenía problemas para dejar atrás las líneas enemigas, cumplir con su misión y regresar después de haber cortado algunas gargantas, se mostraba bastante jovial y cuerdo con todo aquel que lo llegara a conocer. Era como si los horrores la guerra no hicieran mella en su psique.
Para algunos de sus superiores, esta tranquilidad parecía antinatural, producto quizá de una mente enferma, pero, tal vez sólo era por la buena estrella del muchacho o su pericia, pues nunca fallaba.
En esta ocasión debía infiltrarse en Calais, donde algunos miembros de la resistencia francesa lo habrían de llevar a un aeródromo sumamente especial; la base de las mortales V1, capaces de alcanzar en minutos las costas de Gran Bretaña, poniendo en peligro a los civiles y los preparativos de la gran invasión.
De mañana, cuando dejó atrás la espesura del bosque con dirección a la granja, su punto de destino, un escuadrón de aviones aliados destacó en el azul del cielo. Con claridad, a pesar de la distancia, pudo distinguir a los bombarderos de los cazas y de inmediato retomó su camino.
Tres semanas después, en una concurrida calle londinense, volvió a encontrarse con el viejo, quien, de nueva cuenta, le hizo entrega de un sobre y una felicitación; Orlando no lo supo en ese momento, pero las fotografías que había tomado en el campo de aviación de la Francia ocupada habían puesto en alerta máxima a más de uno en ULTRA-MAJESTIC, los departamentos británico y estadounidense de espionaje, respectivamente.
Dentro del sobre había instrucciones precisas sobre su próximo trabajo, así como una pequeña tarjeta que debía entregar a una integrante de la resistencia.
MÁS BRILLANTE QUE EL SOL
A principios de mayo, en las lejanas tierras de Manchuria, el estado títere de los japoneses al norte de China, un transporte militar nipón se aproxima a las instalaciones que el ejército alemán había construido. Del vehículo baja un hombre alto, vestido con el traje de gala de un Feldmariscal y, como todos los integrantes de la inteligencia alemana, con las insignias de la temida SS. Del edificio surge un grupo de científicos, custodiados por más integrantes de las tropas tormenta.
Una vez formados, al grito de ¡Heil Hitler!, todos saludan al recién llegado, mientras el científico de mayor edad, un físico de nombre George Buchwald, jefe de la unidad de investigación, comienza a sudar al ser observado por el mariscal.
- ¡Espero que está vez sí tengamos éxito!, dice el militar con una voz que resuena como un trueno.
- ¡Feldmariscal, el misil V2 ha sido probado con excelentes resultados!, contesta el científico con sus manos y frente perlados en sudor, ¡Sólo está mañana hemos lanzado el cohete a 5 kms de aquí, internándose 200 kms, para caer a únicamente 100 metros del blanco!
- ¡Excelente!, responde el mariscal, supongo que ahora veremos la prueba con el plutonio.
- Así… así es señor, responde nervioso el otro hombre.
- En unos minutos comenzaremos, lo estábamos esperando, por favor sígame…
La comitiva entra al edificio. La electricidad estática del momento cruje en el aire al ocupar todos sus puestos; después de un rato de preparativos todo está listo y empieza la cuenta regresiva.
Al final, en la lejanía un destello superior al del sol al mediodía ilumina las tinieblas del desierto. Con rapidez un hongo crece y los vítores en la sala de control se empiezan a escuchar.
Con una amplia sonrisa el mariscal levanta el brazo derecho. Los hombres a su alrededor lo miran, saben qué sigue y están eufóricos por el resultado; como si fueran uno comienzan a gritar: ¡Heil Hitler!, ¡Heil Hitler!
Horas después todo ha terminado, las tropas del mariscal han dado cuenta de cada uno de los científicos e incluso del resto del personal. Los soldados han cargado el corazón atómico de una bomba V2 en el transporte que los trajo y están listos para partir a una orden de su mariscal.
Dentro del edificio sólo los insectos, avisados por el olor de los cuerpos en putrefacción, se mueven.
CALAIS
Mientras el Feldmariscal Rommel pensaba que la invasión aliada llegaría por la región de Normandía, el Feldmariscal Von Rundstedt se preparaba para algo completamente distinto, por ello reunió un fuerte contingente de soldados en el paso de Caláis. La zona hervía con la actividad de las tropas allí estacionadas. Ese no sería ningún problema para Orlando. Una a una fue visitando las rampas de lanzamiento, con asombro descubrió que las incursiones aéreas habían sido más devastadoras de lo que los altos mandos pensaban, y con fascinación penetró en las restantes.
Era la noche del 5 de junio, apenas una semana antes se había logrado reunir con una de las dirigentes de la resistencia. En su historial podríamos encontrar muchas otras reuniones con ellos, ¡claro, si alguien llevará un registro! Pero ahora era distinto, el papel que habría de entregar consistía en un pequeño poema de Paul Verlaine: Los largos sollozos / de los violines / del otoño / me hieren el corazón / con su prolongación / monótona.
Caía la tarde y por el sinuoso camino un correo llegó ante la puerta del Feldmariscal. Después de la revisión de rigor, dejaron pasar al hombre. El lugar era enorme, del tamaño de un hangar, en un lado dos puertas inmensas se abrían para dar paso a una V2.
Del lado opuesto, una trampilla de acero cubría parte del suelo.
El correo buscaba al mariscal, por lo menos esa era la impresión que daba el hombre con su andar distraído. Numerosos científicos corrían de un lado a otro, revisaban datos o los corregían, todos girando como peonzas alrededor del cohete.
Finalmente, el correo se detuvo, por coincidencia llegó a la puerta de acero. Mientras la observaba uno de los guardias reparó en él y lo escoltó hasta la oficina del capitán.
Una vez terminado todo salió con rapidez, subió a su motocicleta y partió ya había visto suficiente, pronto volvería.
A media noche las luces insinuaron mayor actividad, si aún era posible, de los ocupantes del campo. El Feldmariscal miraba con orgullo la bomba voladora, que todavía descansaba en su rampa.
Lo primero que cayó fueron las luces, después los soldados: primero uno, luego dos, finalmente todos los miembros de la SS que custodiaban el hangar quedaron inutilizados. Al darse cuenta de que algo anormal ocurría, el mariscal se dirigió a su oficina, donde abrió su caja fuerte para extraer un libro, un viejo ejemplar que parecía haber sido publicado hacía siglos.
Con él en las manos, se dirigió hacía el lado opuesto de la bomba, cerca de la puerta de acero. Al llegar descubrió con horror que ésta había sido abierta y su ocupante era libre. Por un segundo una brillante luz lo iluminó al empezar a recitar la letanía. Pero era tarde. Como si esto hubiera activado un resorte, Von Rundstedt fue levantado del suelo, mientras su sangre fluía fuera de su cuerpo. Cuando se terminó de desangrar, apareció una masa gelatinosa de color escarlata, llena de tentáculos y con una atroz boca dentada.
Orlando, que en realidad era el infiltrado, se asombró ante este espectáculo y antes de que el monstruoso ser se diera cuenta de su presencia, camino hacía la puerta, ubicada a una veintena de metros de su espalda.
Una vez traspasado el umbral, echó a correr. Las bombas que había colocado no tenían mucho tiempo en sus cuentas regresivas, así que decidió cambiar su forma, pues como humano era un poco lento, sin detenerse dio paso a la transformación.
El pelo crecía a la vez que la boca se convirtió en una afilada trompa, con grandes colmillos y orejas puntiagudas: todo el aspecto de un hombre lobo.
Dentro del hangar el ser espacial buscaba la salida y antes de que la encontrara, estalló la primera bomba; después una segunda, así hasta que en cadena explotó el material fisionable del centro nuclear de la V2. Por unos segundos el sol, o algo muy similar, apareció dentro de la estructura, la cual, debido a la fuerza de explosión más poderosa construida hasta ese momento por el hombre salió volando por los aires.
Una detonación de esa naturaleza (bien lo saben los japoneses) tendría secuelas que durarían años; pero, la presencia del ser estelar, que absorbió toda la radioactividad, evitó un primer holocausto nuclear en las puertas mismas del imperio británico, donde los barcos de la invasión dieron inicio su viaje hacia su cita.
Néstor Bogdanov