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3/12/08

Pena de Muerte

No lo aceptó, la pena de muerte no se me hace una buena idea, simplemente tengo miedo de que algún inocente, por ejemplo yo mismo, sea ejecutado por el estado simplemente porque la justicia en este país, en todo el mundo, pero específicamente en este mugroso país, no funciona.

No creo que los jueces sean imparciales, no creo que las leyes sean tan perfectas para mandar a alguien a la muerte después de un juicio, que bien sabemos, bien pudo no haber sido justo.

Hace tiempo platicaba con un amigo y el me comentaba:
Si a los secuestradores los agarran en flagrancia, como en tiempos de don Porfirio, maténlos en caliente.

Pero ni aunque los detengan con las manos en la masa y la sangre en la ropa, me gustaría que los mataran, pues no le creo nada a la policía, años de corrupción y desconfianza, de abuso de poder y de negligencia, así como falta de preparación, me han llevado a desconfiar de ellos.

Se supone que en Estados Unidos los policías son ciudadanos respetables, creíbles, sin tacha, no soy tan ingenuo, no creo que los policías, en ningún lugar sea honesto, por lo menos tan honesto como para permitirle decidir sobre la vida de alguna persona, menos sobre la mía.

Pues quien me asegura que a pesar de no tener una vida de crímenes, no vaya a molestar en algún momento a alguien tan poderoso que por simple venganza me ponga un cuatro, y me mande a ejecutar, mediante el estado, por un delito que no cometí.

No, aceptar la pena de muerte, además de costumbres barbáricas, de sociedades incivilizadas, como la estadounidense, es aceptar la posibilidad de que mi propia vida está en manos del estado y de cualquiera que me acuse, sea cierto o no, de algún delito.

Por eso digo NO A LA PENA DE MUERTE.



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Hasta los panistas, por su postura a favor de la vida, rechazan la pena de muerte, pero no es de esto de lo que se trata esta actualización.

Imaginen que dos amigos salen del trabajo en el carro de uno de ellos, sus nombres pueden ser cualquiera de los millones de mexicanos hombres que habitan este territorio denominado, según algunas acepciones, "ombligo de la luna".

Pero el caso es que uno se llama Diego y se apellida Cevallos, el que maneja se llama Carlos, Carlos Salinas.

Van por el periférico, con rumbo hacia el sur, platican de la vida, del amor, del país, de las cosas que todos los amigos hablan después de salir de la oficina. De pronto, son interceptados por una patrulla, luego otra, luego un grupo de reacción inmediata, todos de la PFP, los bajan del vehículo y detienen a ambos, esposados viajan juntos hacia la zona de arraigo.

Diego, sin saberlo, viajaba con un peligroso delincuente, que había secuestrado a medio país, con su banda los tricolores y no es que Diego sea un santo, pues tiene sus barbas llenas de migajas de diversos panes y pasteles que entre los dos se habían repartido y comido en la oficina. Además de que le hizo algunos trabajitos a importantes proveedores desde su curul, perdón desde su escritorio.

Sin embargo, todo lo anterior ha estado, hasta donde sabemos, dentro de la ilegalidad que da el fuero; así es que ambos son encarcelados, enjuiciados y condenados a la pena de muerte, pero ojo, aunque los dos son criminales, Diego no ha asesinado a ninguno de sus plagiados.

Esto, que nosotros sabemos, lo "descubren" las autoridades dos meses después de la ejecución de Diego, así que mandan un mensaje a su joven viuda, aquella que conquisto con una carretera, donde dice: lo sentimos mucho, por errores técnicos inculpamos de manera falsa a su esposo, él siempre sostuvo su inocencia y en verdad sí lo era, pero no se preocupe, para subsanar nuestro error le vamos a clonar otro Diego.

Y para terminar esta bonita historia, les recordamos que la intención de los dinosauricos priístas es tener presencia en los próximos meses como verdaderos paladines de la justicia, pues las elecciones de 2009 pueden ser la llave para regresar a los añorados Pinos.

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