CON EL PERMISO DE MI ADMINISTRADOR Y DE ÁLVARO CUEVA ME ATREVO A PUBLICAR ESTÁ COLUMNA QUE APARECE EN EL DIARIO MILENIO A PROPÓSITO DEL SALVADOR CABAÑAS.
Maldito caso Salvador Cabañas. ¡Qué circo! ¡Qué injusto! ¡Qué distracción!
Y allá vamos todos como tarados a alimentar la nota, a rezar, a hacer negocios. ¡Bueno! ¿Qué nos pasa?
Salvador Cabañas es un futbolista del América que fue a un antro, se topó con un borracho, le salió lo macho y recibió un balazo.
¿Qué tiene eso de trascendental para la vida de nuestra nación? ¿Cuál es la diferencia respecto a lo que usted y yo vemos todos los días?
Ahora resulta que es muy escandaloso que la gente vaya a los antros, que haya personas borrachas en su interior, que los clientes vayan armados y que nadie respete los horarios que marca la ley.
¿Perdón pero en qué país viven los que han estado abriendo la boca en ese sentido?
Miles de mexicanos, de todas las generaciones, van y vienen a los antros que quieren, a la hora que se les pega la gana y consumen lo que pueden hasta perderse.
Y nunca nadie les deja de vender y nunca nadie deja de consumir.
Ir a un antro y pretender que la gente va a estar muy tranquila y decente tomando una copa sin molestar a nadie es absurdo. Eso no pasa.
Si a plena luz del día usted y yo vemos mexicanos en sus cinco sentidos insultándose, aventándose carros y molestándose, ¿a quién se le ocurre pensar que esto sería diferente en la noche, en los antros y con alcohol en la sangre?
¡Qué hipócritas! Los antros mexicanos están llenos de borrachos y de borrachas, de gente armada y de guaruras, y cuando uno va a ellos lo asume, más si es una persona pública.
¿Por qué? Porque si a una persona pública le gritan y le hacen de cosas en el súper, en la farmacia y en el gimnasio, mucho más en un bar, en una disco o en un “teibol”.
Yo he visto y hasta participado en las más increíbles discusiones entre gente impertinente y figuras públicas en toda clase de lugares.
Los baños, por alguna perversa razón, son ideales para este tipo de pleitos.
Cabañas lo debió haber sabido y lo debió haber vivido muchas veces antes de que le pasara lo que le pasó. ¿Para qué se expuso? ¿Para qué le contestó a El JJ?
Ahora resulta que Salvador Cabañas era un santo que se iba a convertir en el sucesor de Diego Armando Maradona, que toda la dinámica de antros del Distrito Federal está urgida de nuevas leyes y que aquí la justicia va a actuar rápido y bien.
¿A usted no le molesta esto? A mí, sí. Mucho. Es como lo que le pasó a Alejandra Guzmán con Valentina de Albornoz.
Si a cualquier mexicano de a pie le hubieran dado un balazo en un antro, no hubiera pasado nada. La nota ni siquiera hubiera alcanzado a salir en los tabloides sensacionalistas.
Pero como fue un jugador de futbol de un equipo particularmente rico, vinculado a diferentes instancias de poder, rápido cundió la alarma.
Allá van y allá vienen los reportes, la prensa y las autoridades se pulen en sus investigaciones, los servicios médicos son de primera, todo el mundo se molesta, las redes sociales se encienden, los dueños de los antros participan y se abren espacios para manifestaciones públicas multitudinarias.
Ah, pero no fuera la pobre indígena Jacinta porque ahí no hubiera pasado nada. No fueran los padres de los niños que murieron en la guardería ABC de Hermosillo porque ahí las autoridades se mueven a otro ritmo.
No fueran las muertas de Juárez o las víctimas del New’s Divine o del Lobohombo porque hasta las manifestaciones públicas multitudinarias hubieran sido atacadas por ridículas, por tener tintes políticos y por obstruir el tráfico.
Cualquier pleito de borrachos donde participe una “celebridad” vale más que la vida de decenas de personas comunes y corrientes. Qué vergüenza, ¿no?
Y mientras tanto, la PGR interviene en el caso de los matrimonios homosexuales y la reforma política se va al caño sin que a nadie parezca preocuparle esto.
¡Ojo! La PGR es la del Presidente, la de la guerra contra el crimen organizado. Esto significa que el Presidente ya no gobierna para todos, que entre ser narcotraficante y ser homosexual ya no hay mucha diferencia.
¡Aguas! Sin reforma política nos la vamos a pasar como nos la hemos pasado en los últimos 40 años otras dos generaciones. ¡No puede ser!
Ah, pero hay que hablar de Salvador Cabañas. Él sí era bueno, su caso sí es importante y hasta La Chiva de Big brother tiene algo lindo que aportar al respecto.
¡Atrévase a opinar!
alvarocueva@milenio.com
Queridos amiguitos, en este mundo todo está bajo control... ¿todo? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste ahora y siempre al invasor con una poción mágica que los hace invencibles: el cerebro
Números de este sitio
31/1/10
18/1/10
Humanidad deshumanizada
Denise Maerker, nos dice en su columna del día de hoy, acudió con Andrés, un niño de 11 años a ver Avatar, la película más reciente de James Cameron. Baste decir una cosa, la historia no dice nada que no se haya visto en los últimos años, va un extracto:
Pero, la nota que desencadenó este post fue la que sigue:
"Ni un comentario le mereció que en esa película los hombres sean descritos y mostrados como seres torpes, primitivos, ignorantes, salvajes y destructivos."Después, abrí la columna de Lidia Cacho, Hombres abandonados, en la cual se habla de un fenómeno interesante y, según palabras de la autora, global, el abandonó de los adultos mayores, hombres y mujeres por igual.
Pero, la nota que desencadenó este post fue la que sigue:
La tragedia de la niña abandonada de Haití
Donde leeremos como un grupo de bomberos españoles tuvo que dejar a su muerte a una pequeña de 12 años cuando el sitio en el que la habían encontrado se convirtió en una zona de guerra.
Como para desear que en verdad el 2012 sea el año final de esta especie, bueno tal vez esto último sea solo un deseo provocado por la imposibilidad de hacer otra cosa que estar frente a un aparato de esclavitud moderna llamado Computador.
7/1/10
Homofobia
Honor a quien lo merezca...
Hoy Carlos Loret de Mola ha expresado, con mucha claridad, algo con lo que estoy de acuerdo, por eso es que transcribo integra su columna.
Seis de cada 10 mexicanos están en contra de que se casen los homosexuales y siete de cada 10 de que adopten hijos. Las convenciones internacionales sobre derechos humanos, la Organización Mundial de la Salud y casi la totalidad de los pensadores más respetados de la humanidad forman, frente a esa encuesta de Mitofsky, una minoría a la que este reportero se ha sumado hace tiempo.
Hurgar en los fundamentos ideológicos de quienes se oponen a otorgar mayores derechos a la comunidad gay termina aterrizando en algunos de estos conceptos muchas veces heredados y pocas procesados: ser homosexual no es normal, es antinatural, es una enfermedad.
¿Son “normales” los homosexuales? El calificativo “normal” ha sido sepultado por la democracia, la tolerancia y la inclusión que son signos-anhelos de nuestros tiempos. La ecuación papá-mamá-hijos es, en uno de cada tres casos, escenario de violencia intrafamiliar. Eso bajo ningún concepto puede ser considerado normal. La familia tradicional como estructura básica de la sociedad se ha convertido en un cuerpo con osteoporosis: por fuera se sostiene, pero por dentro está desgastado, fracturado, desbaratándose.
¿Es “natural” que un hombre golpee a una mujer? ¿Que se calle y esté sometida “por el bien de sus hijos”? ¿Que ella aguante todo lo que el hombre haga con la mira puesta en la unión familiar? Porque ésas son las ideas que permean cómodamente en amplios sectores sociales y se antoja que palidecen en la categoría de “naturales” frente a una pareja del mismo género.
¿Están enfermos los homosexuales? El 17 de mayo de 1990 la Organización Mundial de la Salud, perteneciente a la ONU, retiró la homosexualidad de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud. Desde hace casi 20 años, la homosexualidad no es enfermedad para ningún doctor serio.
Con estos antecedentes, quienes hemos conformado la manera habitual de vivir alrededor de nuestra preferencia heterosexual no tenemos autoridad moral para reprimir, mucho menos suprimir, el ejercicio de otras formas de convivencia social y, ultimadamente —y aunque suene cursi—, de amor.
Me atrevería respetuosísimamente a pedir a quienes están en contra de la plenitud de derechos y deberes para la comunidad gay que tomen en cuenta en su análisis moral —incidido por la fe y por tanto, de toda consideración— estos datos que exhiben el fracaso de los modelos vigentes, no para rendirse y abandonar a la familia tradicional como modelo ideal, sino para intentar reforzarla sin hipocresías y al mismo tiempo tolerar otras maneras de fundar comunidad (no confundir: nadie se ha vuelto gay por la crisis de la pareja tradicional; aceptar los matrimonios homosexuales es un tema de universalidad, no un plan B).
Lo principal es romper el estereotipo: la familia de papá-mamá-hijos no es una familia feliz en automático y las parejas homosexuales no son drogadictas, proxenetas entregadas a la lujuria. Hay parejas hombre-hombre y mujer-mujer que son modelo de felicidad, y hay hogares tradicionales a los que los hijos no quieren volver después de la escuela porque es como regresar al infierno.
En Tercer Grado, Denise Maerker aportó un argumento incontrovertible a ese otro tema que es la facultad de adoptar niños a parejas homosexuales: que si bien lo ideal para un menor es contar con las figuras paterna y materna, los infantes sujetos a adopción no tienen ni uno ni otro, viven muchas veces en el abandono de guarderías tutelados por un par de buenas personas que hacen sus mejores esfuerzos para encauzarlos pero que muchas veces no pueden construirles un blindaje que los libere de estar a merced de traficantes de órganos y niños. Los casos concretos se agolpan en denuncias de medios de comunicación semana a semana.
Son pequeños sin hogar, sin padre, sin madre, sin perspectiva, sin futuro, quienes a través de un riguroso procedimiento son asignados a personas que les puedan dar un horizonte. Que en este grupo de personas sujetas a adoptar figuren homosexuales que garanticen una oferta de porvenir digna para los niños me parece hasta un gesto.
Hasta ahí los argumentos. Pido ahora permiso para una nota personal: no soy capaz de concebir una sensación de responsabilidad mayor a la que se tiene para con los hijos; entre mis personas más queridas y admiradas hay tres homosexuales. No dudaría un instante en encomendarle a mis hijos a alguno de ellos. Tampoco a un par de entrañables amigos solteros, amigas solteras, y más matrimonios heterosexuales con quienes me unen lazos que se antojan indisolubles. Pienso que cuando se escoge tener un amigo, que sea abogado o doctor es una característica colateral, pues hay abogados delincuentes y doctores asesinos, pero no son a ellos a los que nos estamos refiriendo.
SACIAMORBOS
Con el mismo respeto, considero que un debate que tiene que ver con la moral pública no puede aspirar a la unanimidad, pero tampoco puede llevarse a cabo —mucho menos conducirse— entre descalificaciones, discriminaciones, insultos y rabia. No en lo privado, mucho menos en lo público como lo hizo Esteban Arce.
Hoy Carlos Loret de Mola ha expresado, con mucha claridad, algo con lo que estoy de acuerdo, por eso es que transcribo integra su columna.
Seis de cada 10 mexicanos están en contra de que se casen los homosexuales y siete de cada 10 de que adopten hijos. Las convenciones internacionales sobre derechos humanos, la Organización Mundial de la Salud y casi la totalidad de los pensadores más respetados de la humanidad forman, frente a esa encuesta de Mitofsky, una minoría a la que este reportero se ha sumado hace tiempo.
Hurgar en los fundamentos ideológicos de quienes se oponen a otorgar mayores derechos a la comunidad gay termina aterrizando en algunos de estos conceptos muchas veces heredados y pocas procesados: ser homosexual no es normal, es antinatural, es una enfermedad.
¿Son “normales” los homosexuales? El calificativo “normal” ha sido sepultado por la democracia, la tolerancia y la inclusión que son signos-anhelos de nuestros tiempos. La ecuación papá-mamá-hijos es, en uno de cada tres casos, escenario de violencia intrafamiliar. Eso bajo ningún concepto puede ser considerado normal. La familia tradicional como estructura básica de la sociedad se ha convertido en un cuerpo con osteoporosis: por fuera se sostiene, pero por dentro está desgastado, fracturado, desbaratándose.
¿Es “natural” que un hombre golpee a una mujer? ¿Que se calle y esté sometida “por el bien de sus hijos”? ¿Que ella aguante todo lo que el hombre haga con la mira puesta en la unión familiar? Porque ésas son las ideas que permean cómodamente en amplios sectores sociales y se antoja que palidecen en la categoría de “naturales” frente a una pareja del mismo género.
¿Están enfermos los homosexuales? El 17 de mayo de 1990 la Organización Mundial de la Salud, perteneciente a la ONU, retiró la homosexualidad de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud. Desde hace casi 20 años, la homosexualidad no es enfermedad para ningún doctor serio.
Con estos antecedentes, quienes hemos conformado la manera habitual de vivir alrededor de nuestra preferencia heterosexual no tenemos autoridad moral para reprimir, mucho menos suprimir, el ejercicio de otras formas de convivencia social y, ultimadamente —y aunque suene cursi—, de amor.
Me atrevería respetuosísimamente a pedir a quienes están en contra de la plenitud de derechos y deberes para la comunidad gay que tomen en cuenta en su análisis moral —incidido por la fe y por tanto, de toda consideración— estos datos que exhiben el fracaso de los modelos vigentes, no para rendirse y abandonar a la familia tradicional como modelo ideal, sino para intentar reforzarla sin hipocresías y al mismo tiempo tolerar otras maneras de fundar comunidad (no confundir: nadie se ha vuelto gay por la crisis de la pareja tradicional; aceptar los matrimonios homosexuales es un tema de universalidad, no un plan B).
Lo principal es romper el estereotipo: la familia de papá-mamá-hijos no es una familia feliz en automático y las parejas homosexuales no son drogadictas, proxenetas entregadas a la lujuria. Hay parejas hombre-hombre y mujer-mujer que son modelo de felicidad, y hay hogares tradicionales a los que los hijos no quieren volver después de la escuela porque es como regresar al infierno.
En Tercer Grado, Denise Maerker aportó un argumento incontrovertible a ese otro tema que es la facultad de adoptar niños a parejas homosexuales: que si bien lo ideal para un menor es contar con las figuras paterna y materna, los infantes sujetos a adopción no tienen ni uno ni otro, viven muchas veces en el abandono de guarderías tutelados por un par de buenas personas que hacen sus mejores esfuerzos para encauzarlos pero que muchas veces no pueden construirles un blindaje que los libere de estar a merced de traficantes de órganos y niños. Los casos concretos se agolpan en denuncias de medios de comunicación semana a semana.
Son pequeños sin hogar, sin padre, sin madre, sin perspectiva, sin futuro, quienes a través de un riguroso procedimiento son asignados a personas que les puedan dar un horizonte. Que en este grupo de personas sujetas a adoptar figuren homosexuales que garanticen una oferta de porvenir digna para los niños me parece hasta un gesto.
Hasta ahí los argumentos. Pido ahora permiso para una nota personal: no soy capaz de concebir una sensación de responsabilidad mayor a la que se tiene para con los hijos; entre mis personas más queridas y admiradas hay tres homosexuales. No dudaría un instante en encomendarle a mis hijos a alguno de ellos. Tampoco a un par de entrañables amigos solteros, amigas solteras, y más matrimonios heterosexuales con quienes me unen lazos que se antojan indisolubles. Pienso que cuando se escoge tener un amigo, que sea abogado o doctor es una característica colateral, pues hay abogados delincuentes y doctores asesinos, pero no son a ellos a los que nos estamos refiriendo.
SACIAMORBOS
Con el mismo respeto, considero que un debate que tiene que ver con la moral pública no puede aspirar a la unanimidad, pero tampoco puede llevarse a cabo —mucho menos conducirse— entre descalificaciones, discriminaciones, insultos y rabia. No en lo privado, mucho menos en lo público como lo hizo Esteban Arce.
6/1/10
Los "Reyes" Magos
O ¿por qué un republicano permite la entrada de estos tipos a su casa?
Los Reyes Magos (también conocidos como los Reyes Magos de Oriente) es el nombre por el que la tradición católica denomina a los visitantes (tres según la consideración más extendida) que, tras el nacimiento de Jesús, habrían acudido desde países extranjeros para rendirle homenaje y entregarle regalos de gran riqueza simbólica: oro, incienso y mirra.
Estos "magos", según la creencia Católica, eran representantes de religiones paganas de pueblos vecinos y por eso ve en el Evangelio, las primicias de las naciones que acogen, por la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación.[1]
En algunos países (normalmente hispanohablantes) existe la tradición de representar a los reyes trayendo los regalos que los niños les han pedido en sus cartas durante la noche anterior a la Epifanía. Pero en otros países se le llama "Pesebre" a toda esta representación.
La palabra “Mago”, proviene del elamita (Ma-ku-ish-ti) que pasando por el persa (Ma-gu-u-sha) y por el acadio(Ma-gu-shu)[2] llegó al griego como Μαγός (Magós, plural: μαγοι, magï) y de ahí al latín Magi (Cf. Magíster) de donde llegó al español. Eran los miembros de la casta sacerdotal medo-persa de la época aqueménide y durante todo el reinado de Darío el Medo (521-486 APVM).
Esto es lo que dice la Wikipedia, esa organización no lucrativa en apoyo al acceso universal al conocimiento, sin embargo en nuestra casa, que también es suya, este día nos regresa, a mamá bacteria y a su segura enfermedad, osea yo, a nuestros años de infancia cuando nuestros propios "reyes" magos nos traían los juguetes que pedíamos y, si la suerte nos sonreía, algo más.
Así que gracias a aquellos "reyes" que eran más magos, en un país con crisis recurrentes, por todas nuestras alegrías y bienvenidos a los nuevos "reyes" magos que ahora estamos haciendo sonrisas en las caritas de nuestros pequeños y pequeñas.
Los Reyes Magos (también conocidos como los Reyes Magos de Oriente) es el nombre por el que la tradición católica denomina a los visitantes (tres según la consideración más extendida) que, tras el nacimiento de Jesús, habrían acudido desde países extranjeros para rendirle homenaje y entregarle regalos de gran riqueza simbólica: oro, incienso y mirra.
Estos "magos", según la creencia Católica, eran representantes de religiones paganas de pueblos vecinos y por eso ve en el Evangelio, las primicias de las naciones que acogen, por la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación.[1]
En algunos países (normalmente hispanohablantes) existe la tradición de representar a los reyes trayendo los regalos que los niños les han pedido en sus cartas durante la noche anterior a la Epifanía. Pero en otros países se le llama "Pesebre" a toda esta representación.
La palabra “Mago”, proviene del elamita (Ma-ku-ish-ti) que pasando por el persa (Ma-gu-u-sha) y por el acadio(Ma-gu-shu)[2] llegó al griego como Μαγός (Magós, plural: μαγοι, magï) y de ahí al latín Magi (Cf. Magíster) de donde llegó al español. Eran los miembros de la casta sacerdotal medo-persa de la época aqueménide y durante todo el reinado de Darío el Medo (521-486 APVM).
Esto es lo que dice la Wikipedia, esa organización no lucrativa en apoyo al acceso universal al conocimiento, sin embargo en nuestra casa, que también es suya, este día nos regresa, a mamá bacteria y a su segura enfermedad, osea yo, a nuestros años de infancia cuando nuestros propios "reyes" magos nos traían los juguetes que pedíamos y, si la suerte nos sonreía, algo más.
Así que gracias a aquellos "reyes" que eran más magos, en un país con crisis recurrentes, por todas nuestras alegrías y bienvenidos a los nuevos "reyes" magos que ahora estamos haciendo sonrisas en las caritas de nuestros pequeños y pequeñas.
4/1/10
2010 el año en que hacemos contacto
Hace 10 años, todos celebraban con desgano y desenfado la llegada del año 2000, e imaginaban que con él se inauguraba el nuevo siglo y milenio, sin embargo pocos teníamos en cuenta que en realidad la fecha de inicio de ambos ciclos, la correcta pues, era el 2001.
Sí, igualito que en la Opera Espacial de un tal escritor de ciencia ficción de nombre Arthur C. Clarke, la cual fue llevada al cine por otro tipo de apellido raro, Stanley Kubrick. De igual forma, este año 2010, los siempre eficiente servicios de información, léase TV, han descubierto que este año empieza la segunda década del siglo XXI.
NO, aún falta un año para eso, pero bueno.
Otra década perdida
Sí, igualito que en la Opera Espacial de un tal escritor de ciencia ficción de nombre Arthur C. Clarke, la cual fue llevada al cine por otro tipo de apellido raro, Stanley Kubrick. De igual forma, este año 2010, los siempre eficiente servicios de información, léase TV, han descubierto que este año empieza la segunda década del siglo XXI.
NO, aún falta un año para eso, pero bueno.
Otra década perdida
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