No creo que la llegada de Obama a la presidencia "imperial" de los Estados Unidos vaya a cambiar las cosas, ni en los 15 famosos minutos foxianos, ni en dos periodos presidenciales.
No dejo de señalar que sería algo positivo el que un descendiente de africanos, el lugar donde aparecieron los primeros homo sapiens, nosotros pues, llegue al "trono" del todavía país más poderoso del planeta. Sin embargo no les compró la idea de que vayan a cambiar las reglas del establishment sólo por todo esto.
Sin embargo, Lydia Cacho me cae bien, su lucha es la mía y cuando puedo me gusta postear algo de ella en este Blog leído por millones de personas, jejeje. El otro día revise unos datos del google y al parecer ya roza las 75 visitas, en seis meses, prodigo sino.
Bueno Sale Lydia.
Obama: globalizar la esperanza
Lydia Cacho
Plan B
El taxista es un joven vietnamita de 30 años cuya familia emigró a Francia durante la guerra de Vietnam. Al arrancar me preguntó mi nacionalidad. Inmediatamente relacionó México con Estados Unidos. Ustedes rezarán para que gane Obama, aseguró más que preguntarme; la política internacional de Bush ha dañado al planeta entero, afirmó con argumentos sólidos.
Saliendo de una cena tomé otro taxi, el conductor era de origen iraní, escuchaba atentamente un programa radial de debate sobre elecciones en Norteamérica. Cuando le pregunté por qué estaba tan interesado, el hombre aseguró que si “logramos que gane Obama el mundo será un mejor lugar”. La apropiación de las elecciones estadounidenses me dejó impresionada. Un taxista franco-iraní no tiene acceso a las urnas americanas, pero ciertamente, como millones de personas en el mundo, entiende lo que significaría la llegada de Barack Obama a la Presidencia del país más poderoso del mundo.
Estaba en París, invitada por la UNESCO a la celebración del aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos. La charla sobre las elecciones estadounidenses estaba en todas partes, desde los taxis hasta el metro y las mansiones de diplomáticos. Hablamos de derechos humanos, de las guerras en Irak y Afganistán, del tráfico de armas, de Guantánamo y la tortura; de México y su guerra contra el narcotráfico. La saga de los Bush fomentó la violencia global. El mundo ha sufrido con frustración y desencanto el creciente puño de acero que el gobierno estadounidense ha impuesto durante 12 años. Sus valores patriarcales lograron promover la violencia, la intolerancia y el armamentismo. Tal vez por eso ahora, como nunca antes en la historia, se vive un fenómeno de obamismo internacional.
El joven candidato demostró su congruencia como senador y ha renovado la sensación de que sí hay esperanza de otras formas de gobierno más humanistas. No se necesita ser economista para entender que las políticas de un país impactan a las del resto del mundo. Los recientes rescates bancarios y las estrepitosas caídas de las bolsas internacionales han demostrado que la globalización del materialismo violento, fomentado por los gobiernos de derecha en el mundo entero, tiene eco en los más remotos poblados de la Tierra. La globalización llegó para quedarse.
El mundo, desde Alaska hasta Indochina, está habitado por hombres y mujeres que, al igual que Obama, piensan que la paz, el equilibrio del ecosistema, la equidad y la diversidad son posibles.
George W. Bush ha buscado a enemigos como él, quienes en nombre de un dios cruel y guerrero hacen la guerra para apropiarse de territorios y bienes materiales. Para acumular poder. Su visión del mundo consiste en desintegrar y conquistar a los otros. McCain sería más de lo mismo.
El taxista vietnamita, el iraní, el concierge francés, la aeromoza libanesa, la cantante palestina, la campesina mexicana y el mecánico guatemalteco, saben que las elecciones estadounidenses del 4 de noviembre pueden cambiar al mundo. No se equivocan.
Obama ha logrado compartir una idea simple y profunda que se refleja con el eslogan de su campaña: “No sólo te pido que creas en mi habilidad para cambiar al país, sino en la tuya propia para cambiar al mundo”. Más allá del resultado electoral, el joven demócrata de origen multirracial nos recordó la posibilidad de globalizar la esperanza.
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